Lucas 9:11 Reflexión | El poder de un encuentro con Él

Reflexión bíblica de hoy:

El poder de un encuentro con Él

El Señor Jesús siempre se mostró accesible a los corazones que lo buscaban.

La multitud, al darse cuenta de dónde estaba, no dudó en seguirlo, pues sabían que en Él había esperanza.

El Maestro no los rechazó, ni los envió de regreso, sino que los recibió con amor, los instruyó en la verdad del Reino y extendió sanidad sobre los cuerpos y las almas quebrantadas.

Esa imagen nos recuerda que la sanidad de Cristo no se limita a lo físico.

Él restaura lo visible y lo invisible, lo que duele en el cuerpo y lo que pesa en el corazón.

Cuántas veces hemos cargado heridas que no se ven, dolores que nadie conoce, situaciones que nos marcan en silencio.

Y allí, en medio de nuestras luchas, el Señor Jesús se presenta como la fuente de restauración total.

Su poder no cambia con el tiempo ni se reduce a un grupo selecto de personas.

Lo mismo que hizo con aquella multitud, lo hace hoy con cada uno de nosotros.

Cuando nos acercamos a Él con fe, el cansancio encuentra alivio y la desesperanza es transformada en confianza.

Hay una promesa constante: no importa qué tan grande sea la herida, Cristo tiene la capacidad de sanarla.

Algunas veces lo hace de manera inmediata, con un milagro que sorprende y alegra.

Otras veces, lo hace de manera progresiva, trabajando en nuestro carácter, enseñándonos paciencia y revelando que Su gracia es suficiente en medio de la debilidad.

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    La sanidad no siempre llega en la forma que esperamos, pero siempre llega en el tiempo perfecto de Dios.

    El Señor Jesús no sólo cura enfermedades, Él levanta al caído y devuelve la dignidad perdida.

    Él habla vida en medio de la confusión y ordena paz sobre la tormenta interior.

    Cuando decidimos seguirlo, así como aquella multitud, descubrimos que no solo recibimos palabras, sino también acciones de amor que restauran todo nuestro ser.

    La verdadera sanidad comienza en lo profundo del corazón, donde solo Él puede llegar.

    Cuando Su luz penetra en nuestras heridas, el miedo pierde fuerza y la fe se fortalece.

    Cuando Su voz nos recuerda que somos amados, la vergüenza se desvanece y la esperanza renace.

    Él no es indiferente a nuestro dolor, ni ignora nuestras lágrimas.

    Cada paso que damos hacia Él abre la puerta para que su sanidad fluya en nuestras vidas.

    Hoy podemos elegir ser como aquella multitud: dejarlo todo para seguirlo, confiando en que en Su presencia hay restauración.

    Y cuando lo hacemos, experimentamos que Cristo no solo alivia, sino que transforma.

    La sanidad que Él ofrece no es temporal ni superficial, es completa, profunda y eterna.

    Su amor nos envuelve, su poder nos fortalece y su gracia nos recuerda que en Él siempre hay un nuevo comienzo.

    El Señor Jesús sigue recibiendo, sigue hablando del Reino y sigue sanando a quienes lo buscan con todo el corazón.

    ¡Dios te bendiga!

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