2 Samuel 22:3
«Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío, de violencia me libraste.»
Reflexión bíblica de hoy:
Cuando confiar es tu única opción
Hay momentos en la vida en que el alma se siente desprotegida. Todo alrededor parece temblar: las noticias, las relaciones, los planes que creíamos seguros.
En esos días, cuando el miedo intenta gobernar el corazón y la incertidumbre se convierte en sombra, necesitamos más que palabras humanas: necesitamos una Roca. Un refugio. Un escudo.
David escribió estas palabras después de haber sido librado de enemigos poderosos, incluyendo al propio Saúl.
Él sabía, por experiencia, lo que significaba confiar en Dios no como una idea religiosa, sino como una necesidad vital.
Para él, confiar en Dios no era una opción más, era el centro de su sobrevivencia, su esperanza y su paz.
Esa misma verdad permanece hoy. Confiar en Dios no significa que todo será fácil, sino que no estaremos solos.
Es descansar en la seguridad de que Él es más fuerte que todo lo que intenta destruirnos.
Es mirar al cielo cuando todo lo terrenal falla, y aún así decir: “Tengo a quien acudir”.
Cuando Dios es tu fortaleza, los golpes de la vida no te destruyen. Tal vez te sacuden, tal vez te hacen llorar, pero no te derriban.
Porque estás sostenido por Aquel que no se cansa, que no se rinde, que no se aleja.
Él es escudo cuando las palabras hieren, cuando la crítica golpea, cuando las decepciones te atraviesan.
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Él es alto refugio cuando ya no puedes más, cuando necesitas un lugar para respirar, para llorar, para sanar.
En Él hay un escondite sagrado donde tu alma puede volver a latir con esperanza.
Y si sientes que has perdido el rumbo, recuerda esto: Dios es también el fuerte de tu salvación.
Él no solo te protege, también te rescata. Te saca de las prisiones mentales, de la tristeza profunda, de las decisiones equivocadas, de los peligros que ni siquiera viste venir.
Su salvación es constante, no fue solo en el pasado. Hoy también quiere salvarte, restaurarte, levantarte.
Tal vez te cuesta confiar. Has sido traicionado, herido, ignorado. Pero Dios no es como los hombres. Él cumple lo que promete.
Su fidelidad es más grande que tu duda. Puedes volver a confiar. No porque todo esté bien, sino porque Él sigue siendo bueno, firme, eterno.
Hoy es un buen día para volver a depositar tu confianza en Dios. No en tus fuerzas, no en tu lógica, no en lo que los demás digan. Solo en Él.
Y cuando lo hagas, experimentarás una paz que no se explica, una seguridad que no depende de las circunstancias, una fuerza que brota desde dentro.
Confía en Aquel que te ve, que te ama, que te guarda. Porque no hay mejor lugar para estar que bajo la sombra del Altísimo.
Él sigue siendo tu escudo, tu fortaleza, tu salvación. Y en sus manos, estás verdaderamente seguro.
¡Dios te bendiga!
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