Proverbios 23:17 Reflexión | Sigue firme, aunque nadie lo vea

Reflexión bíblica de hoy:

Sigue firme, aunque nadie lo vea

Existen momentos en los que la perseverancia se convierte en una lucha interna.

Caminamos rectamente, sembramos con esfuerzo, oramos con fe y hacemos lo correcto… pero los resultados parecen no llegar.

Mientras tanto, vemos a otros —que no buscan a Dios, que no honran principios— prosperar, avanzar, crecer.

Y ahí, sin darnos cuenta, la envidia quiere entrar al corazón.

Nos susurra que tal vez no vale la pena hacer las cosas bien, que quizás hay atajos más rápidos y caminos más cómodos.

Pero este proverbio nos recuerda algo poderoso: no mires al pecador, mira al Señor.

El llamado no es a competir con el mundo, sino a perseverar en el temor de Dios.

Y eso no se trata de miedo, sino de respeto profundo, de una reverencia que sostiene nuestras decisiones, incluso cuando nadie las aplaude.

Perseverar en el temor de Dios es confiar en su tiempo, su justicia y su recompensa.

Es mantener la fe cuando el terreno se vuelve árido. Es seguir orando cuando las respuestas no llegan, seguir sembrando cuando el fruto se retrasa, seguir amando cuando no es correspondido, seguir sirviendo aunque parezca que nadie lo nota.

Porque Dios sí lo ve. Y Él nunca olvida a los que le honran con perseverancia.

El corazón humano es débil cuando compara. Pero el creyente sabio no se guía por lo que ve con los ojos, sino por lo que cree con el alma.

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    El éxito rápido sin raíces firmes puede desmoronarse. Pero cuando perseveras con fe, aunque lento, estás construyendo algo que resistirá cualquier tormenta.

    Y sí, habrá días en los que querrás rendirte. Días en los que parecerá que nada cambia.

    Pero justo en esos días, es donde la perseverancia brilla más. Porque la perseverancia no es emoción, es convicción.

    Es una decisión diaria de seguir, aún sin aplausos ni resultados inmediatos.

    La buena noticia es que no estás solo. Dios camina contigo en cada paso silencioso, en cada lágrima escondida, en cada oración que parece no ser oída.

    Él está ahí, fortaleciéndote, forjando carácter, dándote firmeza. Porque sabe que tu fidelidad, aunque nadie la vea, está sembrando eternidad.

    No te distraigas mirando al que prospera sin Dios. Tú estás corriendo otra carrera. Una que termina en gloria, en paz duradera, en promesas cumplidas con propósito.

    Levanta tu mirada, enfoca tu corazón, y sigue caminando con integridad.

    Lo que Dios construye en ti mediante la perseverancia será más valioso que cualquier éxito inmediato.

    Así que hoy, decide no rendirte. Decide seguir temiendo a Dios, amándolo, obedeciéndolo, confiando en Él con todo tu ser.

    La recompensa viene en camino… y será más grande de lo que ahora puedes imaginar.

    ¡Dios te bendiga!

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