Hebreos 12:1-2
«Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…»
Reflexión bíblica de hoy:
La carrera del crecimiento espiritual
El crecimiento espiritual no sucede de la noche a la mañana.
Es un proceso que requiere disciplina, enfoque y perseverancia.
El autor de Hebreos nos invita a imaginar nuestra vida como una carrera, donde cada paso nos acerca más al propósito eterno de Dios.
Pero para avanzar necesitamos soltar todo aquello que nos pesa y nos frena.
El crecimiento espiritual comienza con una decisión: dejar atrás lo que estorba.
Hay hábitos, pensamientos y actitudes que, aunque parecen pequeños, nos roban la energía y nos alejan del Señor.
Cuando aprendemos a despojarnos de esos pesos, encontramos libertad para correr con ligereza hacia el plan divino.
La carrera no siempre es fácil, y tampoco rápida.
Hay momentos de cansancio, de pruebas y de desánimo, donde sentimos que retrocedemos en lugar de avanzar.
Sin embargo, el llamado es a correr con paciencia, sabiendo que la meta no se alcanza de un día para otro.
Cada paso firme en obediencia es una semilla de madurez espiritual que dará fruto a su tiempo.
El crecimiento espiritual se fortalece en la perseverancia.
Cada día que eliges buscar al Señor en oración, cada momento que decides obedecer en lugar de ceder al pecado, cada vez que compartes amor en lugar de guardar rencor, estás creciendo.
Aunque no siempre lo notes, tu espíritu se fortalece y tu fe se consolida.
La clave está en la dirección de nuestra mirada.
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Cuando apartamos los ojos del Señor Jesús, la carrera se vuelve confusa y pesada.
El crecimiento espiritual se detiene porque nos distraemos con lo temporal.
Pero cuando mantenemos los ojos fijos en Él, encontramos la motivación, la fuerza y la esperanza necesarias para seguir corriendo.
Jesús no solo es nuestro ejemplo, sino también nuestra meta.
Él recorrió el camino antes que nosotros y nos mostró que la obediencia trae victoria.
Su vida nos inspira a seguir adelante, aun en medio del dolor, porque sabemos que el gozo eterno nos espera.
El crecimiento espiritual no se mide por cuántas veces caemos, sino por cuántas veces nos levantamos confiando en la gracia de Dios.
Cada caída puede convertirse en una oportunidad para aprender, madurar y depender más del Señor.
El camino del crecimiento espiritual es una invitación constante a la transformación.
Es vivir cada día con propósito, entendiendo que nuestra meta no es terrenal, sino celestial.
No corremos solos, corremos acompañados de una nube de testigos que nos alientan, y del Espíritu Santo que nos fortalece.
Hoy, toma la decisión de crecer, de soltar lo que no sirve y de avanzar con paciencia.
Corre tu carrera con valentía, sabiendo que tus pasos tienen sentido cuando tus ojos están puestos en Cristo.
Y recuerda: el verdadero crecimiento espiritual no está en llegar rápido, sino en no dejar de correr hacia Jesús.
¡Dios te bendiga!
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