Hechos 1:14 Reflexión | El fruto invisible de la perseverancia

Reflexión bíblica de hoy:

El fruto invisible de la perseverancia

Perseverar no es solo resistir el paso del tiempo, es mantener viva la fe cuando parece que nada sucede.

Los discípulos estaban en un momento de incertidumbre.

El Señor Jesús había ascendido al cielo, y la promesa del Espíritu Santo aún no se había cumplido.

Podían haberse dispersado, rendido o regresado a sus antiguas vidas, pero en lugar de eso, eligieron perseverar en oración.

Esa decisión cambió la historia.

La perseverancia no siempre se nota, pero siempre deja huellas.

Dios ve lo que haces cuando nadie más te observa, escucha tus oraciones silenciosas y conoce las lágrimas que acompañan tus días de espera.

Los discípulos perseveraban unánimes, juntos, con un mismo propósito.

Esa unidad fortalecía su fe, porque cuando uno se debilitaba, otro lo animaba a seguir creyendo.

Así es también la vida espiritual: necesitamos comunidad, necesitamos permanecer conectados con otros que comparten la misma esperanza.

La perseverancia no se trata de velocidad, sino de constancia.

No se trata de cuánto corres, sino de cuánto confías en medio del cansancio.

El Espíritu Santo descendió sobre ellos después de días de oración continua, demostrando que la bendición llega a los que no se rinden.

A veces, Dios retrasa la respuesta no para negarla, sino para preparar tu corazón para recibirla.

Cada oración que haces, cada día que decides seguir adelante, está construyendo algo que aún no ves.

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    Perseverar es decir: “Aunque no entienda, sigo confiando.”

    Es creer que la promesa sigue viva aunque el silencio de Dios parezca eterno.

    La perseverancia transforma la espera en una escuela de fe.

    Nos enseña paciencia, nos moldea el carácter y nos acerca más al corazón del Padre.

    Dios honra a quienes permanecen firmes, porque sabe que la fe probada se convierte en testimonio.

    La historia de los discípulos nos inspira a no detenernos a mitad del camino.

    Si ellos hubieran abandonado la oración, no habrían experimentado el poder del Espíritu que descendió sobre ellos en Pentecostés.

    Del mismo modo, tú no sabes cuán cerca está tu respuesta, cuán cerca estás del milagro por el que has orado tanto tiempo.

    Por eso, no dejes de orar. No dejes de creer. No dejes de esperar.

    Cada vez que te mantienes fiel en medio de la incertidumbre, estás dando un paso más hacia el cumplimiento de lo que Dios te prometió.

    La perseverancia no solo abre puertas, también fortalece tu fe para atravesarlas.

    Y cuando la respuesta llegue, entenderás que valió la pena cada momento de oración, cada lágrima y cada noche de silencio.

    Porque el mismo Dios que se manifestó en aquel aposento alto, también se manifiesta hoy en los corazones que no se rinden.

    Perseverar es creer que, aunque parezca tarde, Dios siempre llega justo a tiempo.

    ¡Dios te bendiga!

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